martes, 4 de octubre de 2016

Un incansable trabajador que ama su esencia.


Por Gabriela Gómez
Así es el personaje que descubriremos hoy. Se llama Juan Hippener, es nativo de Pueblo San José, partido de Coronel Suárez y acaba de cumplir 65 años. Es productor agropecuario y Presidente de la Asociación Descendientes de Alemanes del Volga.
Esto último merece párrafo aparte. Le permite trabajar y desarrollarse en una de sus más grandes pasiones como lo son “Las Fiestas Típicas” que realiza a lo largo del año y de esa manera mantiene viva las tradiciones de su cultura.
Juan nos abrió las puertas de su hogar, y como lo imaginábamos, encontramos un ambiente tan cálido digno de su personalidad. Lleno de recuerdos y fotos, invita a sentirse parte de los suyos. Y así lo hace saber, agasajándonos con una picada y la infaltable cerveza.
En principio cuenta cómo fue su infancia, la cual transcurre en el mismo pueblo que vive desde que nació, sólo que frente a la Iglesia. Agrega orgulloso ser el mentor que pasados varios años, esa avenida cambiara de nombre Roca a Fundadores Casey. Con una enorme sonrisa, dice: “Fui un niño muy travieso, que me divertía mucho y que era mal alumno porque no me gustaba estudiar”. No pierde la oportunidad de contar que  su boletín estaba colmado de 3 en color rojo y cansado de esa situación y de los castigos de su casa le pide a la maestra que si le podían cambiar la nota. Ese mes sus calificaciones fueron las mismas pero por única vez, se las escribieron en color azul.
El protagonista de esta historia dice que se crió en una casa muy religiosa, por ende debió ser de pequeño monaguillo. En aquel hogar vivían sus padres, una tía que la recuerda como muy estricta, Juan que era el más chico y tres hermanos mayores, uno de ellos es mujer. Recuerda la cantidad de veces que rezaban durante el día. Confirma con convicción que: “Continúo teniendo mucha fe en Dios, soy católico aunque le aporto muy poco, pero cada vez que paso por una Iglesia entro y agradezco por toda la ayuda”.
Juan tiene tanto para contar, cada situación de su vida le aporta miles de anécdotas, le salen de a borbotones, inclusive recuerda perfectamente los apellidos de las personas involucradas. No hace pausas.
Con orgullo dice que fue el primero en Coronel Suárez, en llevar la copa de leche a los chicos de la Escuela Parroquial San José, tan solo con nueve años. Ello, producto que trabajaba con su padre en el campo, aprendió las diferentes actividades y que le permitió colaborar en su casa y ahorrar para, dos años después comprarse  vacas y caballos.
Recuerda a su padre en varias oportunidades. Sus ojos azules denotan gran amor, con énfasis afirma que era un hombre muy honesto, fue intendente de Suárez y que se sentía orgulloso: “Fue en ese tiempo la única municipalidad del país que terminando su mandato tenía superávit”. Aunque con un dejo de nostalgia cuenta cómo la política hizo que su padre perdiera no solo cosas materiales y capital sino también interés por muchas cosas de la vida. La tristeza mayor llega a Juan recordando que cuando tenía 15 años  su padre tiene un accidente y fallece. Comienza para él una nueva etapa. Deja de estudiar y se va con su madre al campo para dedicarse de pleno a la tarea agropecuaria. Afirma que fueron momentos muy difíciles y debieron superar varias crisis para reflotarlo. Logra poner un tambo.

Se repone de inmediato, y cambiamos de tema. La pregunta era como fueron sus comienzos en las diferentes instituciones que va a integrar y por las cuáles va a trabajar. “Un tío que fue como mi segundo padre, me marca institucionalmente. Me hace ingresar cuando tenía entre 18 y 20, no era fácil porque las comisiones estaban constituidas por personas mayores y los jóvenes no teníamos tanta cabida”. Pero, cuenta qué enseguida le toca el servicio militar en Río Gallegos, etapa difícil, dura y muy mala económicamente. Agrega que: “tenía una novia en la colonia y fallece de cáncer, fue terrible”.
Finaliza el servicio militar. Vuelve a trabajar, también lo hizo en el sur, pero seguramente su objetivo estuvo puesto en su pueblo natal. Se vuelve a emocionar y dice que siempre tuvo el apoyo de su madre. Tiempo después conoce a otra persona con la que se casa y tiene 2 hijos. Años más tarde se divorcia y como dice él, deambula hasta que conoce a su actual mujer, Elsa, quién lo acompaña en todo.
Pero participando en el Club Germano y ayudando en el buffet es cuando surge la idea de las “fiestas”. Reconoce que la primera fue la organizada para el casamiento de su hermano.
“Siempre tuve la idea de llenar un salón, lo esperaba y anhelaba”, contó. Su primer evento organizado fue una fiesta de la carneada donde ingresaron mil personas y tocó una orquesta de Alemania. Y así empezaron a sucederse las diferentes “Fiestas Tradicionales”.
Nos cuenta cómo en el 2005 sugerido por el intendente municipal es invitado a participar en política. Juan Hippener en un primer momento dice que no. “Tengo una herida abierta de lo que le pasó a mi padre, no quiero perder lo que he logrado como objetivo de trabajo en la vida”. A pesar de todo acepta y es segundo concejal. Realizó proyectos importantes, pero deja en claro que no era lo que esperaba. “Tenía una idea, no me fue tan bien, la política tiene algunas ingratitudes”. La impresión es que no volvería a aceptar algún cargo, varias veces se lo escucha decir:” nunca más”, además de repetir que se llevaba mejor con la oposición.
Retoma después de un respiro, el tema de las fiestas. Afirma que tiene que gustarte y mucho la organización que lleva implícito una preocupación y ocupación. “Me di cuenta que tenía un largo camino por recorrer”. Con total calma habla de 600; 700 y 1500 comensales. Se dice a sí mismo, “esto hay que superarlo, para lo cual, luego contrataron una carpa para 3500 personas”. Pasados algunos años se hace la de los 5000 en el Club Independiente. Igual esto no termina ahí, con una inmensa alegría cuenta cómo estando en el escenario y alentado por todos, anuncia la de los 10000. Por supuesto…objetivo cumplido y con total éxito.
Con orgullo cuenta que además de cada “fiesta”, siempre piensa en algo más. De esta manera logra superar récords como el chorizo más largo y la barra más grande. Con cierta picardía dice que ya tiene pensado lo que sigue.
La última pregunta fue referida a su estado de salud. Juan, presta mucha más atención y se predispone a contar. “Sufrí tres crisis muy graves, todos infartos, salí adelante gracias a los médicos, pero si aclaro qué tengo muchas ganas de seguir emprendiendo, de seguir trabajando en lo que tengo”.
Para finalizar hace varias reflexiones: “Dios me ha dado la bendición de lograr a través del trabajo todo lo que tengo, de disfrutarlo y hacer lo que me gusta; se aprende viviendo; y lo más importante es la fe”. Dice con convicción y orgullo.
Terminó la nota, tengo en el grabador hora y media de charla, cuando Juan nos despide junto a su mujer, en la puerta de su casa, tengo la sensación que nuestro entrevistado se quedó con ganas de contarnos muchas otras historias.


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